Liliana Caballero Rojas ha logrado destacar como una figura emblemática de la caficultura.
Gerente de Hacienda Casablanca, con una disciplina férrea y un carácter inquebrantable, ha sido testigo, y protagonista, de los desafíos que implica liderar una finca cafetera.
Con un movimiento meticuloso, vierte el agua caliente sobre el café. De a poco, el geisha revela su aroma.
Continúa con calma. La tetera de cuello de ganso, en sus manos, le permite tener todo bajo control. Manejar con precisión la cantidad de agua sobre la cama de café.
“El control del agua es clave para obtener el equilibrio perfecto entre el café y la bebida. Por cada gramo de café, utilizamos 15 gramos de agua. Es un ratio 1:15”, explica Liliana sin retirar la mirada de su café.
En sus manos, la preparación de una taza de café es un arte con propósito: extraer la mayor esencia del café.
El método por goteo, resalta aún más la sutileza del grano. Explica que “controlar cada variable hace que el café pueda lograr su mayor expresión en taza: temperatura del agua, molienda y tipo de tostión”.
Mientras saborea las notas florales y cítricas que emergen con cada trago, deja claro que es un proceso que no se puede apresurar. Como su proyecto de vida, ha requerido tiempo y precisión.
Deja que su taza se enfríe, para liberar otras notas. El clima de la vereda Vericute, en Floridablanca, Santander, acompaña cada sorbo.
Levanta la mirada y recuerda que se encuentra en la finca que de niña no pudo pisar. La misma que hoy dirige con carácter, visión y constancia. “El dueño de la finca no dejaba pasar a nadie que no fuera conocido”, expresa.
Sin saberlo, los senderos de sus caminatas de la infancia, se convertirían en el terreno fértil para ver brotar sus sueños. Con trabajo, constancia y un profundo amor por lo que hace, Liliana Caballero es hoy una de las voces femeninas más respetadas en la caficultura colombiana.
Ha logrado no solo producir uno de los cafés más premiados de la región, sino también crear empleo, abrir rutas turísticas y llevar el sabor santandereano a siete países.
Hacienda Casablanca es el resultado de su esfuerzo y visión.
«Una buena taza sabe a trabajo en equipo, a biodiversidad, a esas montañas que rodean nuestra finca»
Liliana Caballero Rojas, caficultura y gerente de Hacienda Casablanca.
Su receta: legado, visión y disciplina
Liliana nació en el seno de una familia campesina desplazada por la violencia bipartidista, cuando corrían los años cuarenta. Sus padres llegaron al sur de Santander. Fue en estas montañas donde sus abuelos compraron unas fincas y, más adelante, sus padres formaron un hogar.
“Mis papás compraron una finca muy cerca de la Hacienda Casablanca. Yo, de niña, recorría ese carreteable, y siempre me atrajo este lugar. Me llamaban mucho la atención el sonido del agua, las quebradas, las cascadas, los techos de la casa”, comenta Caballero.
Estudió con esfuerzo, se formó como contadora y administradora, y durante varios años trabajó en el mundo de la construcción, donde estableció las bases económicas de lo que hoy es su empresa y sueño familiar.
En 2005, hizo cuentas de sus ahorros y se aferró a la tenacidad propia de una mujer criada entre montañas santandereanas. Se reunió con el dueño de la hacienda, caminó por la finca, marcada por los años de ausencia, y vio una oportunidad para continuar con el legado familiar. El banco la apoyó. Su familia también. Y con eso, nació una nueva etapa en su vida.
Los primeros años fueron duros. Todo lo que ganaba en la constructora lo invertía en la finca. “Una carga de café nos costaba producirla en 850 mil pesos y la vendíamos en 750 mil”, recuerda. Durante más de una década no vio utilidades, pero siguió.
«A las mujeres nos fortalece mucho las raíces y el esfuerzo que tenemos desde un comienzo. A mí, la verdad, toda la vida me ha tocado lucharla. Así que valoro el esfuerzo, la perseverancia y el trabajo constante.»
Liliana Caballero Rojas, caficultura y gerente de Hacienda Casablanca.
Un café que vale oro y lágrimas
En una feria de café en Bogotá, escuchó hablar del geisha panameño, que puede costar hasta 13.000 dólares el kilo. “Había un ingeniero agrónomo hablando de los geishas panameños. Terminó diciendo: ‘el café que vale oro’. Y yo me animé, dije que quería tener un café que valiera oro”, recuerda con orgullo.
Luego vino la roya. El fracaso inicial en los cultivos. Las burlas de quienes la rodeaban. Nadie quería comprarle ese café. Pero Liliana Caballero Rojas no conoce el verbo rendirse.
Alguien le sugirió que se presentara al concurso Yara Champion, que premia la mejor taza de café de Colombia. En 2016, fue finalista. Viajó a Armenia con su papá. Cuando mencionaron el nombre de su finca como ganadora, no solo alzó la mano con orgullo: sonrió al recordar aquel día que le dijeron que estaba loca por comprar esa semilla.
“Fue un momento muy emocionante. Representamos a Santander, y ese fue un punto de inflexión. Nuestro café empezó a llegar a más lugares del mundo”
Ella no solo cultiva café. Cultiva sus sueños y los de muchas otras mujeres que han visto en ella una guía, un ejemplo de cómo abrirse camino en un mundo históricamente liderado por hombres. Su liderazgo ha sido clave en procesos de transformación dentro del gremio caficultor: ha sido jurado en importantes ferias de café, ha representado a Santander en espacios nacionales y ha trabajado para que más mujeres tengan voz y decisión en sus comunidades.
El camino no se allanó del todo. En su primera exportación, un error en la trilladora contaminó todo el café. Perdieron al cliente y casi la cosecha completa. “Duré dos meses llorando. Fue un golpe muy fuerte, no solo económico, sino emocional. Uno se esfuerza tanto y que algo así pase… duele”.
Aprendió sobre procesos, calidad, exportación. Y, sobre todo, fortaleció su equipo.
“La calidad no nace solo del cultivo. Es una cadena: desde la selección de semillas, la recolección, la fermentación, el secado, hasta el perfilado en laboratorio. Y nosotras las mujeres somos muy detallistas, esa minuciosidad hace la diferencia”, dice.
Labrar un sueño
Como mujer al frente de una actividad tradicionalmente dominada por hombres, ha sido una fuente de inspiración para muchas otras mujeres que ven en su ejemplo una muestra de que el liderazgo en el campo es posible, sin importar el género.
“No siempre es fácil liderar. Encontrar un equipo que lo acompañe a uno en la visión es complicado. Pero hay que persistir”, dice con una mezcla de firmeza y humildad. Lo dice desde el conocimiento de quien ha caído, llorado, y vuelto a sembrar. Desde la experiencia de quien sabe que una finca no se cultiva solo con manos, sino también con el corazón.
“Al principio, cuando empezamos con el tema de la caficultura hace 20 años, las mujeres no eran tan protagonistas. El gremio del café, por tradición, siempre ha sido más reservado hacia los hombres. Pero realmente el tema de género viene más hacia un asunto de empoderamiento. Cuando a mí me invitan a reuniones donde la mayoría son caficultores, ya entro con una opinión bien fortalecida. Y ante ese empoderamiento que podemos tener las mujeres, no hay nada que nos pueda amilanar o hacernos sentir inferiores”.
Además de seguir fortaleciendo la calidad de su café y expandiendo su mercado, Caballero está comprometida con crear un legado que trascienda en el tiempo y que continúe aportando al desarrollo económico, social y ambiental de la región.
Tomado de: Vanguardia Liberal
Por: Fernanda Sandoval
(https://x.com/fernandasans, https://www.instagram.com/fsandovals)
Liliana Caballero Rojas: una voz femenina que revoluciona la caficultura en Santander